El parrillero, nuestro héroe de fines de semana
Lo interesante de los días de fiesta, no es la celebración en sí, sino lo que hacemos cada vez que tenemos un día libre. En el caso de los venezolanos; no importa si es el día de la madre, el día del padre, los carnavales, inclusive la semana santa, cuando lo correcto y lo que ordena la religión es comer pescado y mirar películas. Cada vez que hay un día soleado, cuando no salimos a ninguna parte, o cuando salimos también. Siempre tenemos la opción de preparar una parrilla. La palabra se usa frecuentemente para referirse a una fiesta o reunión casual, normalmente al aire libre donde se consume carne asada. Debido a esta razón, muchos consideran el hecho de cocinar carnes al aire libre como una parrillada. No importa el precio. Nos hacemos los mejores amigos de los carniceros, nos interesa saber dónde se consigue la mejor carne, el corte más exquisito. Hasta las esposas más recalcitrantes y regañonas sucumben ante el encanto de ese delicioso olor, que impregna todos los apartamentos del edificio, ese que se mete en tu casa y te dice, levántate y haz lo mismo.
Comienzan las llamadas a los amigos que se quedaron en casa, «vamos por una carnita para preparar una parrilla». Siempre pensamos en ese pana, el curtido y sabio parrillero oficial de nuestras fiestas. Él sabe que tiene el poder. Cómo se coloca el carbón o la leña, donde se consigue la mejor carne, donde venden los chorizos y morcillas, cuyo sabor y olor siempre van asociados a esa deliciosa carne, que jugosa, con su llamativo color rojizo nos enciende todos los sentidos, y sentimos lástima de los pobres vegetarianos que no saben de lo que se pierden. Los venezolanos, a la hora de una parrilla, preferimos la punta trasera, el lomito y el “pollo” de res. «Solamente con sal», como recomienda un maestro parrillero uruguayo apodado El Muta.
Lo que nos reúne en ese ritual, es “el proceso”. Comenzando por la búsqueda. Se arma una partida, cual Sheriff y sus ayudantes salen a encontrar todo lo necesario para el ritual. El carbón, la leña, algunos no tan diestros en el asunto se lanzan con el kerosene, y todo el mundo tiene una opinión al respecto, salvo el maestro parrillero, a quien se espera, se le palmea el hombro, se le saluda para que su primer corte llegue primero a su “ayudante”, por lo general su mejor amigo o compadre.
Ese pequeño espacio al aire libre, con ladrillos, con una o dos rejas metálicas, siempre cerca de una piscina, se erige como un pequeño templo donde los hombres de la casa, los amigos, los sobrinos, todos se sientan alrededor esperando, conversando. Comienzan a llegar los invitados, se acercan los vigilantes a saludar cordialmente, preguntando si todo está bien. Las mujeres, dueñas y señoras de sus casas y sus cosas, quedan por fuera. Sin embargo, algunas audaces que no aguantan las ganas de participar, comienzan a preparar ensaladas, y con desesperación le ofrecen a todos el aderezo, le preguntan a los demás si está bien, pero el gran jefe, el rey, el chamán de la tarde, el parrillero es el protagonista. Él es la estrella a cuyo alrededor se van agrupando los cuñados, los amigos de los amigos, el que trajo la música, el que trajo el whisky, el que trajo el hielo y el carbón. Aparece casualmente la presidenta de la junta de condominio a preguntar si todo está bien. Lo bueno de esto, es que hasta el loquito del edificio o de la cuadra, pasa a mirar. Todos los semblantes cambian, hay una mezcla interesante de saludos, de abrazos, de comentarios de todo tipo, no solo hablar de malandros, tráfico, huecos y política, también de los próximos eventos, lo cual creará nuevas fuentes de familiaridad, amistad y compadrazgo.
Hay que destacar que la parrillada es un ritual con funciones divididas por sexos. Los hombres son los encargados de la cocción de la carne y la tarea de las mujeres, suele estar centrada en la preparación del acompañamiento. La parrilla tiene un tinte varonil. Los elogios y aplausos son para el parrillero, que siempre es “el hombre”. Es clásico, entre amigos, que se brinden felicitaciones al cocinero. No es usual ver a una mujer controlando la carne. La preparación de la parrilla es uno de los territorios que los hombres aún conservan como espacio de exclusividad.
Por Carlos Torres Bastidas Editor, copywriter y redactor de contenidos de la Editorial La 115
Contacto: editorial@hamvenezuela.com
Excelente reseña. Ëxitos .
Muy interesante y bien documentado, yo soy venezolana y vivo en Argentina, aquí no le dicen „parrilla“ sino „asado“. Tienen la misma costumbre de hacer parrillas los fines de semana y es el hombre de la familia quien hace los „asados“. Al principio yo pensaba que se referían a nuestro „asado negro“.
Excelente y cautivador artículo sobre una de las actividades recreativas más tradicionales y de mayor disfrute para compartir con amigos y familiares. Un gran saludo amigo y hermano Carlos Torres
Excelente trabajo; muy interesante el contenido. Felicidades
Excelente artículo, yo les digo a mi esposo y mis amigos “ Se les incorpora el espíritu TRUCUTRU „